¿Estáis igual que yo en este instante? Si es así seguro que vuestro corazón no os cabe en el pecho de la emoción y puede que se os haya escapado alguna lagrimita, y con razón porque tal y como parece, el Alpine ha vuelto.
Esta historia comenzó en el año 1961, cunado la marca francesa Renault equipó con sus motores al modelo A-110 de la casa Alpine (el cual sucedía al anterior A-108). La nueva creación a base de la hibridacíon de ambas casas automovilísticas se hizo todo un nombre al triunfar en carreras y rallies con su ingeniería de motor trasero de 4 cilindros en línea y tracción trasera. Finalmente se decidió producirlo en serie, y ha acabado por ser una pieza muy cotizada y buscada por los coleccionistas y amantes del género.
Sin embargo, no podemos permanecer siempre en el pasado, por muy bello y evocador que nos resulte, y por ese motivo, en Renault se han puesto las pilas para crear su última obra maestra, una que rivaliza en estética con el Citroën Survolt, pero que a diferencia de éste, tiene un pedigree del que fardar.
En cuanto a sus líneas, consisten en un refinamiento de la estética ya vista en el prototipo Renault DeZir, aunque se aprecian cambios destacables como una mayor abertura en la zaga delantera para dar más protagonismo al bajo spoiler, un hercúleo alerón en la parte trasera, un par de luces que definen circunferencias en la parte delantera (como imitación a las luces del modelo antiguo), una entrada de aire en la parte superior del techo, unos llamativos tubos de escape y un contraste de color en naranja para las entradas de aire del motor.
Atendiendo a su ingeniería, cabe destacar que la motorización consiste en un V6 de 3.5 litros que llega a desarrollar unos 394 cv de potencia con 422 Nm de par de torsión.
Y ya finalizando con mi opinión personal, sólo puedo decir, que lo han hecho fantásticamente, con mucho amor, y que han conseguido crear un coche que me ha impresionado y apasionado, tanto por su estética, como por su historia. Tan solo lamento que sea un simple prototipo.
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